Son procedimientos dermatológicos y no sólo cosméticos, ya que se adecuan de acuerdo a las necesidades de la piel de cada paciente, asegurando que no se presentará ninguna reacción alérgica, ni aparición de manchas o acné.
La limpieza facial hace un barrido de células muertas e impurezas que se acumulan a diario en la piel, para que permanezca limpia y con una mejor apariencia.
La frecuencia con que debe realizar una limpieza facial profunda varía dependiendo del tipo de piel de cada persona. Si el cutis es graso y con puntos oscuros, es bueno hacer una limpieza semanalmente hasta que el rostro consiga un equilibrio que le permita extender la frecuencia de la acción limpiadora a dos semanas.
Otras personas requieren solo una limpieza facial al mes pues su tipo de piel no exige atenciones tan rigurosas, aunque sí todas agradecen la rutinaria limpieza nocturna diaria para eliminar gran cantidad de residuos como: maquillaje, sudor, polvo, contaminantes ambientales, aceites naturales, células muertas, etc.
El peeling es un tratamiento dermatológico que actúa sobre las capas superficiales de la piel, eliminando células muertas y estimulando de este modo la regeneración celular. Está indicado en casos de acné, manchas y otras afecciones cutáneas, pero también ayuda a combatir las arrugas y los signos del envejecimiento.
Los ácidos frutales utilizados en estos peelings son substancias muy eficaces y activas, con una gran capacidad de penetración. Su acción se debe a la fuerte asociación entre la substancia y la capa córnea de la piel. En esta asociación o “ligazón”, como se suele llamar, los ácidos frutales desarrollan una acción diferenciada, según su concentración y según el tiempo de permanencia en la piel.
En concentraciones bajas, los ácidos frutales se filtran entre las paredes de la piel, y allí crean una separación. De esta manera, “rellenan” ese espacio y mejoran la hidratación y la elasticidad.
En concentraciones más altas como en un peeling se produce el “despegamiento” completo de las células muertas, siendo entonces renovadas por las capas más profundas. Esta producción constituye, precisamente, la “piel nueva” que vemos cuando nos miramos en el espejo.
Consiste en la aplicación de substancias especiales, bactericidas y regeneradoras de la piel, que tienen como función básica el mudar las capas enfermas de la piel y generar nuevas con un aspecto sano y terso. Este trátamiento sirve para acelerar la curación definitiva del acné.